Esa fue la pregunta que surgió hace unos meses en una especie de catarsis de sinceridad grupal acontecida en una tarde de cervezas que regaban el poso de la confianza (si, esa que a veces da asco) que da la amistad.
De los que estábamos aquella tarde en casa de Pere hubo quien dijo que tampoco era para tanto, alguien incluso afirmo sin demasiado convencimiento al principio de la conversación, que el no había ido nunca del rollo estoy de vuelta, aunque su postura duró poco y al final terminó reconociendo que como todos, él también había alardeado de experiencia vital en demasiadas ocasiones...
Supongo que es inevitable que pensemos que ya sabamos mucho de la vida desde que empezamos a tomar consciencia de lo que somos y en cada una de las etapas de nuestra vida (si es que eso de las 'etapas' existe en realidad). Supongo que cada uno en su presente está convencido de que ha acumulado tanta experiencia y experiencias, que le hacen estar en posesión de la verdad sobre la mayoría de los temas 'relevantes' a nivel existencial y que como poco en está a la altura de cualquier competidor social.... (va a saber ese más de la vida que yo, ja!).
Algunos permanecen en esa actitud durante años, otros quizá debido a un par de ostias bien dadas de esas que de vez en cuando te da la vida, llega la conclusión entre gimoteos y sollozos (de esos que saben un poco a sangre como resultado del traumatismo sufrido), de que cada día entiende menos y sabe menos de todo lo que le rodea.
Lo que yo no sabía, y hace poco he descubierto, es que ser verdaderamente consciente (y no hablo de ese acto de falsa humildad de boquilla, sino de ser REALMENTE consciente) de que sabemos poco sobre la vida, no hace que nos situemos un par de esclones por debajo de nadie en el escalafón de soberanía social de nuestra tribu...de hecho, uno descubre que no hay necesidad real de tomar parte en la carrera de 'ver quien sabe más de la vida', aunque en demasiadas ocasiones se nos olvida que para ciertas cosas no es necesario competir constantemente...
Lo que hace poco he comprendido (y manda cojones que hayan tenido que pasar más de 40 años como cuarenta soles), es que no solo es una sensación enormemente relajante el entender que se sabe poco sobre la gente, sobre las reacciones humanas, sobre la mentira, sobre el amor, sobre la codicia, sobre la generosidad y sobre mil millones de cosas más que nos caracterizan; sino que además, resulta profundamente recomendable el hacer un ejercicio de desenfoque sobre lo que nos rodea, y que el ser conscientes de que no vemos con claridad ayuda a ir con más tiento, a deternerse más en las pequeñas (y grandes) cosas que nos rodean, y nos empuja a emplear todos nuestros sentidos en palpar, olfatear y escuchar detenidamente cada elemento que irrumpe en nuestro campo de percepción.
Si, la presbicia vital en mi caso, me ha ayudaddo a practicar un ejercicio de permanente duda existencial, pero en esta ocasión y en este momento de mi vida, desde un punto de vista infinitamente relajado y empático....reconozco que es poco práctico en el día a día, porque es mucho más sencillo y rápido, el ir etiquetando esto o aquello de forma instintiva, pero a mi por lo menos, el catalogar todo y a todos no me ha aportado demasiados beneficios....
Así que recomiendo practicar lo que yo llamo el "desenfoque primario", o lo que es lo mismo entender que no vemos con claridad y que por lo tanto hace falta poner en duda hasta los principios y verdades más arraigadas de nuestras reglas interiores, no con la intención de modificarlas, sino de aflojar las ataduras que en ocasiones nos obligan a andar como muertos vivientes, respondiendo como autómatas a todo lo que aparece y desaparece a nuestro al rededor...
Y si... como consecuencia de esta forma de entender la vida, puede ser que todo esto del 'desenfoque' no sea ni más ni menos que una chorrada como la copa de un pino... aunque no importa, hoy, en esta tarde de sábado, prefiero ver poco y ver borroso a continuar examinado con claridad algunas situaciones de mi entorno que solo me aportan impotencia y desasosiego... desde luego como forma de escape no tiene precio.